Esta mañana hemos ido a la verdulería del barrio, y cual ha sido mi sorpresa cuando hemos visto las judías verdes a ocho € el kilo. ¿Pero cómo es posible si hace menos de un mes las compraba a dos o como mucho a tres €?
Y la verdulera dependienta me dice que hay pocas…, —¿Pocas ahora en verano?
Y yo me pregunto, pero solo por dentro y para quedarme tranquila, —¿Aquí quien gana?
Perder ya lo sé: yo, pero se quejan las agricultores que lo venden barato entonces… ¿quien se lleva la diferencia?
Digo yo que ellos también cobrarán más, o les engañan también como a los consumidores y que si hay menos, trabajan menos también, para cogerlas y mandarlas en los transportes.
En fin, un lío para los que no entendemos muchas cosas, pero que al final, los que pagamos lo que nos dicen, somos los consumidores. Y a jodernos.
Se me olvidaba decir también que compré otro día paraguayos, esa fruta que no es ni melocotón ni alberges ni ciruelas.
Se me olvidaba decir también que compré otro día paraguayos, esa fruta que no es ni melocotón ni alberges ni ciruelas.
Los he comprado todo el verano en la misma tienda y buenísimos, pero estos últimos… malos no… lo siguiente.
Debían estar congelados y no lo digo en broma; duros, sosos y medio negros por dentro junto al hueso, también a buen precio, ¿quien ha perdido? yo otra vez, ¿quien ha ganado?… ¡ah! No lo sabemos.
La culpa se la lanzan a los intermediarios, pero algo de culpa tendrán también los que las cogen y los que las venden y son una mierda. ¿No?

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