Ya os dije que ayer fue mi cumpleaños, sí, hice 70 tacos que parecen muchos. Y me regalaron varias cosas. Por ejemplo un vermut italiano con botella guapa y muy sabroso. Me gustan los vermut. Creo que casi todos.
Pero sobre todo me regalaron un nuevo reloj para medirme por dentro, de esos que saben cuanto has dormido y creo que con quien has soñado. Y el asqueroso me habla.
Ya tenía otro, menos moderno, y ese antiguo no me hablaba, pero este nuevo me dice cosas, incluidas entre ellas que me tengo que levantar de la silla pues llevo una hora sentada. Que me digo yo: está bien, pero es un tema complicado. ¿Y al puñetero reloj qué le importará?
Tengo varios problemas con eso. El primero es que me lo dice en inglés. Vaya vaya. Así que están ahora buscando la manera de que me habla en castellano. Y me dicen que es complicado.
Jodo, pues vaya mierda. No me voy a dedicar ahora a aprender inglés para hablar con el reloj. ¿No habían inventado ya la IA?
La otra es que aunque es de pantalla grande, algunas cosas como los textos con los mensajes que me dice, no los leo bien si no me pongo las gafas. Otra variable. Habrá que subir el tamaño de las letras. Si es que se puede.
Me mide todo, pero antes le tengo que decir todo.
Cuando mido, cuanto peso y cuanto quiero andar. Bueno, la inmensa mayoría de las mierdas que lleva no las hemos configurado, pues no tienen sentido. Ni voy a montar a caballo ni pienso jugar al golf. De momento.
Eso sí, me dice la temperatura de mi ubicación, pero no coincide exactamente con la de mi teléfono, así que alguno está mal. Me estoy cabreando. Ya veremos.
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