Qué bien te sientes, cuando con una pequeña cosa sabes que haces feliz a alguien por muy lejos que esté. A veces las pequeñas cosas son lo que más nos gustan. Una buena lectora de mi blog, de muy lejos tanto como desde Chile, en un blog de ella decía que le haría ilusión tener unas castañuelas, y sin más ahí que fui las compré y las mandé.
El largo viaje ha sido lo peor, que han tardado 20 días en llegar, creo que las han probado en todas las aduanas del mundo mundial para ver si estaba bien afinadas en sus tonos correspondientes; y yo ya estaba maldiciendo a los de Correos y resulta que era en la aduanas en donde se lo estaban pasando chachipilón con la música dura de aguantar más de 2 minutos de las castañuelas; si sonarán mal que ningún aduanero osó quedárselas para su familia, y claro el paquete ha llegado en perfecto estado a su destino.
Ahora tendrán que ser los vecinos chilenos los que me maldigan cada vez que escuchen el ruido de las castañuelas, pero os juro que increíblemente es así de fuerte y seco. Esto es tan duro como si te regalan un TanTan africano y esperas poder disfrutar de la música. Es imposible.
Pero creo que le habrá gustado, y sobre todo no sabéis lo bien que me siento por poder haberlo realizado.



