Ya sabéis que estoy en obras, y que tengo un perro pequeño, Pero lo que yo no me esperaba es que dos de los trabajadores tuvieran miedo a los perros, nos han hecho encerarlo en una habitación y creo que ha sido peor el remedio por que se ha pegado el pobre perro llorando todos los ratos que lo hemos encerrado. Es “su” casa y no debe entender que vengan extraños a hacer ruidos.
Yo al principio no me lo creía y pensaba que me lo decían en broma, por que como ladra tanto pues molesta, pero no, uno me dijo que les tenia pánico: —señora que se lo digo en serio, tengo pánico.
Y hoy que ha venido otro a terminar un armario, nos ha dicho nada mas entrar: —¿Habéis encerrado al león?— pobre perro mío, si pesa cuatro kilos con pelo y cadena.
En fin, que los niños les tenga miedo vale, que algunas mujeres —como yo, si no es el mío también— pero dos hombres como dos mayos, curioso.
Menos mal que ya hemos terminado las obras, por que solo sirven para discutir entre nosotros, y eso que esta vez no nos hemos enfadado casi nada. No merece la pena, alguien se tiene que salir con la suya, en mi caso siempre es mi santo. Pero lo quiero tanto, que ya le dejo que haga lo que quiera, lo que quiera hasta cierto punto.

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