Nos han invitado unos amigos a pasar el fin de semana en un pueblo del Pirineo, pequeño y bastante escondido. —¡Qué contenta me he puesto! por fin pasaré algo de fresco— he pensado.
¡Jolines! por ser suave. Ha sido bajar del coche y nos ha caído encima la mundial en forma de agua. Bueno esté el bien ver llover desde el porche, si, pero los truenos de los Pirineos son de esos que parecen romper las montañas mientras iluminan todo el porche, y con un aire muy frío que no se puede estar, así que para dentro de casa, pues lo bueno es el fresco pero jolines, de poco en poco, que venimos del infierno.
Esto es un castigo por alguna cosa que no sé que será, por que yo parezco una bendita y solo pedía un poco de frescor en la cara. Bueno es que me obedezcan las nubes, pero sin pasarse, por favor.
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