Yo estuve en la manifestación del 8 de marzo, pero no os lo había dicho pues este blog estaba parado. Bueno lo dije por otras redes de escribir y discutir pero no por esta. Fue una tarde muy interesante por el número infinito de personas que estábamos. Tardé una hora y media en moverme del sitio, de la gente que estábamos en Zaragoza. Yo estuve rodeada de gentes conocidas, así que el tiempo se pasó entre risas y quejidos, que es una forma verbal muy andaluza aunque yo no tenga nada que ver con esa tierra del sur.
Poco a poco a las mujeres que dejamos de trabajar en los años 80 empujadas por los bajos salarios y unos abuelos que no eran como los que tenéis ahora —que da gusto como abusan algunas parejas de ellos para que se queden con los críos—, decidí dejar mi trabajo de profesora de preescolar. Entonces se llamaba puericultora. Sí, ahora me da pena, pero ya es varias décadas tarde.
Pues eso, que ahora nos vamos dando cuenta todas y todos que las mujeres cuidando a sus hijos hemos tenido un trabajo duro y poco reconocido, incluso parece que se dan cuenta los padres de estos críos hoy ya bastantes más altos que yo. Y que además ahora nos viene la pensión menguada por los años discontinuos trabajados hace mucho y por los bajos salarios. Nadie se acuerda de las sufridas amas de casa, que ni éramos “amas” y muchas veces ni con amor.
Las mujeres hemos cobrado poco y mal. Entramos en el trabajo de costadillo y a puestos que los hombres no querían. Hoy da gusto aunque tengáis que seguir peleando por esa dignidad en la igualdad que no quieren reconoceros ni todos los hombres ni algunas mujeres tontas. Pero al menos a las jóvenes se os ve con alegría y ganas de ser vosotras mismas, sin depender de nadie. No es fácil, pero en la vida nada es fácil, y ser libre lo menos fácil de todo.

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