Pero al final cedí y le di el capricho a mi marido, de esto hace 15 años.
Es un perro pequeño al que enseñamos hacer sus cosas en un papel y así lo sacábamos cuando nosotros podíamos, y aprendió. Y además tenemos un terrenito de unos 100 metros en el que él se paseaba cuando quería.
Pero claro se hace mayor, y como nosotros las personas, pues tiene demencia senil, casi no ve y no oye nada.
Pero eso no es lo malo, lo peor es que se va meando donde quiere el pobrete, y ya nos hemos caído mi hija y yo sin ver su meada en el suelo ¡Zas!. Al suelo con todos los huesos viejos.
Así que que hemos tenido que hacer lo que nunca pensé: ponerle pañales que yo ni sabia que existían para perro y para perras, que además son diferentes.
También dije que nunca le pondría ropa y ahí esta con su abriguito para que no pase frío.
Pero también hay que decir la verdad. Cuanto cariño da y como se pega a mí en busca de calor y contacto de cariño.
Lo quiero mucho, y ya que no tengo nietos, pues le cambio los pañales al perro mientras tanto, aunque a este paso me parece que los nietos no los veré yo… o si. Que nunca se sabe.

Maravilloso tener un amigo de confianza y fiel, cerca siempre de lo que haces
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