21 ene 2013

Historia de patas, agua e hijos

Hasta a los patos los desahucian de sus hogares. Eso ha dicho mi hijo cuando esta mañana nos hemos acercado para ver el Ebro que va de agua como hacía años que no iba. 

A los pobres patos se los llevaba la corriente, y solo se veían las cabecitas. Como suele decir mi santo a veces  a modo de parábola o de anécdota:
 —Las patas (madre) tiran a sus patitos al agua empujándolas con el pico para que aprendan a nadar y se hagan autosuficientes— creo que hoy y estos días no va hacer falta que los empuje, por que ya les llega el agua al cuello.

Esto es como la vida misma, que hay que saber nadar y guardar la ropa para cuando vienen las riadas. No sé si me estoy explicando bien y me entendéis, pero yo como filósofa barata, no tengo precio como veréis en mis escritos de pueblo.

Hay días que estoy sembrada y otras soy hiervas malas. Bueno creo que en esto de escribir soy mas bien lo segundo, pero me distraigo mucho que es lo que cuenta, y si a la vez se puede reír alguien conmigo —no de mi— pues mucho mejor.

Pues eso que baja el Ebro por Zaragoza que da miedo, qué pena que no se pueda guardar toda el agua. Ahora es cuando los murcianos hacen las fotos para decir que tenemos mucho agua, pero luego llega agosto y está el río Ebro que parece una charca de barro. Que mal esta todo repartido, el agua, el dinero, el frío, la honradez, el calor, el trabajo y tantas y tantas cosas, que no sigo que al final me cabreo y no quiero enfadarme.

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