Ayer volvimos del pueblo, de Anzánigo. Ha sido un fin de semana de descanso total, tomando el sol en el campo y viendo las estrellas o las tormentas por la noche. Nos ha dado tiempo de hacer jabón casero y hasta de ir a misa sin motivo especial; por cierto una misa muy original. El cura tiene 84 años, pero la canta y todo, a trozos la recita en castellano y en otros momentos en latín, y todo el rato mirándose el reloj. Luego me enteré que el muy anciano cura tenia que ir a otros pueblos. Como ya no puede conducir, lleva chofer para llevarlo de pueblo en pueblo.
Por supuesto estuvimos en el bar del pueblo muchas veces, que lo han ampliado añadiendo el pajar, granero o yo que sé. Típico, típico, eso si barato, un euro la caña, con lo cual te hace beber mas. Y os digo un secreto muy secreto. Con la bandera española del aguilucho colgada en la pared junto a fotos de Franco. ¡¡Qué miedo!!
Y por fin han puesto Wifi en una esquina del pueblo, con lo cual mi santo ha estado como en casa.
Luego está el huerto de mis amigos; hemos cogido un montón de tomates y verduras de la huerta. Qué buenas las acelgas que me comí el sábado, nada que ver con las de la tienda, recién cogidas, potentes de sabor.
Bueno pues ya nos hemos quitado el mono de estar unos días en un pueblo. Ahora hay que decir, que como mi ciudad, nada de nada. Soy una comodona ciudadana, lo siento.

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