Como ya sabéis nos gusta mucho andar y ayer cogimos un autobús hasta un barrio de nuestra ciudad y nos volvimos andando a casa, total ocho kilómetros de nada.
Pero este no es el tema, el asunto es que vinimos por una calle que por un lado hay casas y por el otro se supone que cuando haya dinero un parque.
Ahora el parque está ya terminado —para que os hagáis una idea— por el norte y por el oeste, y el medio queda este campo con árboles plantados pero sin cuidar los jardines, que la verdad de momento les viene muy bien a los perros.Ojo, que es un parque céntrico.
Pero a lo que iba, por la acera que vinimos bordeando el parque hay un montón de bancos para sentarse, y están puestos —¡tachán para el lumbreras que así lo decidió!— para que te sientes y veas los coches que están aparcados; yo comente con mi santo: podían ponerlos mirando al campo y así vigilas a los perros, ves la gente que baja arrastras por las cuestas del campo a ver si alguien derrapa, y así pasas mejor el rato; pero cual fue nuestra sorpresa cuando al final de la calle, donde ya empieza el trozo de parque que esta terminado y el ultimo coche que puede aparcar, hay está el banco pegadico al coche que como no pongas los pies encima del capo, pues no te puedes sentar.
Yo me supongo que lo puso el aprendiz de poner bancos, y un lunes que estaba de resaca; ¿pero donde estaba el encargado de revisar el trabajo?, pues una de dos o de resaca también, o tomando un café en el bar que hay enfrente o de asuntos propios.
Y ahí está plantado el pobre banco que solo lo emplean las palomas y ya podéis imaginar como estará de porquería. Eso si, nos dijeron unos abuelicos que de vez en cuando lo limpiaban. Pues menos mal, al menos sirve para que reposen las palomas y para que trabaje el señor de la limpieza.

El despilfarro de los ayuntamiento llega a niveles insospechados.
ResponderEliminar