Hoy me he ido andar con mi hijo después de comer. Nos hemos ido hasta la desembocadura del río Gállego, donde se junta con el Ebro, en la zona donde debería ir la Expo Paisajes del 2014; no había casi gente, uno o dos corriendo, y se estaba de maravilla, sin ruidos, solo mi hijo y yo, uno pocos los patos, los pájaros y las gaviotas, si, si, gaviotas. Parece mentira que estuviéramos en la ciudad, a 20 minutos de mi casa y mi casa a 15 minutos del centro (si es que vivo en el mejor barrio de mi cuidad).
No hace falta ni tener coche para ir de campo. Cosa que desde las grandes ciudades es cada vez más complicado de conseguir.
Allí que hemos estado los dos como críos, echando piedras al agua hasta ver quien las lanzaba más lejos. Me he relajado tanto que hoy por la tarde no tengo ganas de nada. O será la caminata lo que me ha dejado relajada. El campo en invierno también tiene su encanto, pero es cierto que hay que saberlo buscar.

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