Tengo que matar con besos venenosos de tornillo de la mujer araña a alguien; pero no sé muy bien a quien primero: si al hombre del tiempo o a mi santo o a mi misma.
Anoche le pregunté a mi santo, que él, que sabe, mirara el tiempo que iba a hacer por la noche en Internet, pues tenia ropa tendida y no me apetecía nada subir a buscarla —la pereza es muy mala—. Bueno, pues después de mucho esperar me contestó: —tranquila, esposa, que no va a llover—; y esta mañana me levanto y aparte de una buena niebla espesa como el humo estaba chispeando, he subido corriendo y tenía toda la ropa mojada.
Me he dado cuenta que la pereza es mala consejera y por no subir ayer, al final he tenido que subir hoy, mecachis, y encima trabajar más, por que anoche seguro que estaba seca y he tenido que tenderla en otra parte.
Bueno mirándolo por el lado bueno, así hoy no tengo que planchar. Hay que reconocer que me estoy volviendo un poco vaga, si, los años que no pasan gratis. ¿Por qué las mujeres amas de casa no nos podemos jubilar de nuestros quehaceres?
Mi hija cuando era casi niña me decía: —yo cuando sea mayor quiero ser ama de casa—. Ahora me dice: —joroba, no pensaba yo que esto de ser ama de casa fuera tan trabajoso—.
Estoy de acuerdo que eres tu propio jefe y que puedes hacer las cosas más o menos cuando quieres, pero al final lo tienen que hacer, casi siempre mientras los demás están viendo la tele desde el sofá. Los tengo que matar clavándoles los dientes de vampira en el cuello relajado.

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