En cambio el que tengo ahora, aparte de pequeño, que casi tengo que mirar los número son las gafas de cerca, el cargador es una mie…
¿Quien habrá inventado el cierre, el tapón o como lo quieran llamar a la mierdecilla de tape que tiene que cada vez que lo quiero poner a cagar?, joder, es que me cargo una uña, y no es que las tenga largas, ni las uñas ni los dedos gordotes, pero cualquier día lo arranco de raíz y digo que se ha roto. Que ya no me sirve.
Ya me costó encontrarlo la primera vez, (el agujero, quiero decir, el del teléfono, insisto en decir) pues entre que no veo de cerca, negro que es todo él, y tapadico, tapadito, al final tuve que pedir ayuda.
La primera vez vale, pero siempre que lo tengo que cargar, pues como que no es de recibo pedir ayuda para hacer coincidir al mecho con la hembra. ¿He dicho macho y hembra?, dios, qué error nombrar a la bicha.
No hacen las cosas para toda la gente, solo para los jóvenes y que vean claro, por que si les pilla medio dormidos les pasa como a mi.
Claro que a veces viene bien no tenerlo cargado para que no te molesten; en mi caso y en el caso de los jóvenes para que no los tengamos controlados. Nunca se sabe si esta apagado o fuera de cobertura.
Mi pobre suegra (os lo juro, eran tiempos de la prehistórica telefónica y ella era mayor) nos decía —“os he llamado y me ha salido una señorita muy amable que me ha dicho que no estás ¿cómo sabe ella que no estáis?, ¿se lo tenéis que decir cuando os vais?—, nosotros se lo explicábamos pero la pobre no lo entendía; así estoy yo ya, que no entiendo muchas cosas. ¿Estaré tan mayor como mi suegra?

No hay comentarios:
Publicar un comentario