Nunca pensé que revisar los armarios y decidir qué guardas y qué tiras, fuera tan cansado. Claro que juego con ventaja para cansarme, son los armarios de mis hijos, a los que tenía casi prohibido entrar a mirar.
Dos bolsas de las grandes de las de basura negra, de esas que emplean las tonadilleras para llenarlas de billetes de 500, tengo para que revise mi hija cuando venga de visita a comerse mis paellas, por que la mayoría son cosas de ella, y ya me ha dicho su padre: —¿no pensarás tirarlas antes de que la revise la chica
—¿Noooooo, he contestado yo— ante el peligro que eso supondría, ¿como voy hacer eso yo?. La verdad no lo había pensado, pero tiene razón, que luego vienen las broncas y las caras de asesina de gorrinos en tiempos de jamones.
Dos horas largas he estado y me encuentro mas cansada que haciendo Pilates, y lo que es peor, yo pensaba que se iba a quedar el armario vacío, pues no, se ha quedado casi igual de lleno, ¿dónde guardaba yo antes tanta ropa? No sé, pero creo que tendré que volver a revisar y a meter en más bolsas, ropa de tallas perdidas. La verdad es que guardas y guardas ¿y para qué?, si luego vas siempre con lo mismo, con lo que más a gusto estas. Y sobre todo cuando llegas a cierta edad. Cierta o incierta-
Yo de joven llevaba mis buenos tacones (así llevaba los pies) y ahora zapatico casi plano; y no voy con deportivas por que siempre tiene que quedar algo de presumida dentro de cada una.
El armario ya lo he desalojado, pero ya veremos cuanto tiempo tengo ahora las bolsas en el pasillo, que esa es otra, paciencia me digo a mi misma. En cuanto pasen dos días si no se han revisado van a la parroquia, lo malo que yo sola no puedo, y claro para sus cosas —lo digo por mi santo he hijo— siempre tienen tiempo, pero para ayudarme a mi cuando les digo, ese es otro cantar. Siempre me dicen que enseguida van, pero ese “enseguida” es veta a saber cuando.

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