El sábado me fui de compras con mi hija a lo “Pretty Woman”. Qué gozada sin hombres molestando, probándote lo que te apetece y sin prisas, sin caras de pavo pensando que somos unas lentas, maravilloso.
Otra cosa son las tallas, pero no me quise amargar ni disgustar con lo que no me valía; ¡que les den por ahí a las tallas!
Una mañana de mujeres que de vez en cuando viene muy bien. Además, antes, cuando me iba con mi hija, siempre terminábamos discutiendo y enfadadas. Ahora hablamos de nuestras cosas, tomamos café, ponemos a parir a los maridos, nos desahogamos, nos gastamos solo lo que podemos eso si y de vuelta a casa más satisfechas que unas pascuas.
Y cargadas con un montón de bolsas. Vas en el autobús como nueva, deseando que te miren el montón de bolsas y piensen que no hay crisis, que todo es un mal sueño.
Ya que estábamos de comprar, me compré la ropa y demás accesorios para la boda del mes de julio. También compré cosas para mi hijo y por supuesto para la acompañante de la mañana que era mi hija. ¿Y qué no vas hacer por un hijo?, pues todo y sobre todo cuando te ponen carita de buena persona. Tú solo quieres que sean felices, por que si ellos son felices, tú lo eres también.
A mi santo le gusta que me compre cosas y cambie de vestuario, pero eso de comprar por obligación para la boda, es que no lo puede aguantar, pero le ha gustado lo que he comprado —menos mal— no quiere que me gaste mucho para estos menesteres que dicen que son “de mentira”, pero lo primero que me dijo —se nota que es barato—, ¡joder en qué quedamos! Bueno, que le ha gustado y que como es bonito pero normal, me lo pondré cuando quiera, no solo para fiestas de guardar. Además, yo creo que hay que ir como tú misma eres y no disfrazada de boda falsa ¿no?

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