Ayer, paseando con mi perro me caí un buen tozolón —más conocido como caída de mil pares de “bebos”— aunque de momento las grasas amortiguaron el golpe contra la acera; un pequeño rasguño en la mano de apoyarla en el suelo y ya está resuelto el susto.
Llegué a casa he hice mis faenas normales, o algo mas de lo normal ya que limpié algunos cristales de tantos que tengo —todos de golpe es imposible para una persona adulta de edad como yo— hasta aquí todo bien, pero ¡hay madre cuando descansé!, empezó a dolerme todo el cuerpo, sobre todo el lado derecho que es donde apoyó todo mi peso; al principio pensé que eran agujetas, ya no me acordaba de la caída, pero ahí tengo a mi santo para recordarme como había caído, al suelo como un fardo de paja. Bueno, o como dice él, de piedras de río, ¡puñetero!
Así que os podéis imaginar lo bien que me lo he pasado en la cama esta noche, yo, que doy mas vueltas que un pirulo toda la noche del mismo lado, para que no me doliera más de lo normal.
Paracetamol, friegas de alcohol, cojín en ese lado, nada ha sido suficiente.
Le he dicho a mi santo —¿y si denunciamos al Ayuntamiento?— ya que era por culpa de un bordillo mal hecho.
Contestación —¡Si!, pero primero tenias que haber ido a urgencias para que ellos te dieran el informe de la caída con los daños; segundo buscar un abogado; tercero esto es muuuu lento (no la curación si no el juicio); cuarto la culpa no es del Ayuntamiento si no de la comunidad de vecinos que hizo mal el ajuste de la acera con su terreno. “Pa” mi que mi santo me lo ha puesto más crudo para asustarme y no darme alas, que me conozco y yo soy capaz de todo. Eso si, de boca, que luego que entran “canguelos”.
Total que mejor me olvido de todo, porque si no, con lo lento que es todo, me va a doler más el alma de esperar, que el dolor de verdad que tengo. Para que meterse en jaleos. Mal hecho ya lo sé, hay que quejarse, pero no tengo el cuerpo “pa” jotas.

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