20 dic 2012

Hoy hablo de Leoncio. Mi padre

Hoy sería el cumpleaños de mi padre, tendría 89 años pero hace ya casi 10 que se fue; seguro que les está llevando el huerto en el cielo, que es lo que le gustaba hacer.
Fue un hombre sin estudios, rudo, duro y con un ¿poquito? de mala leche.
En sus años mozos y cuando era guapo, llegó a tener hasta tres novias a la vez en diferentes pueblos. Un macho español de entonces.

Al final se casó con mi madre, una mujer buenísima, excesivamente buena. Pero tuvo la mala suerte de enfermar y a los seis años de casados se murió. Mi padre nunca más se volvió a casar, decía que por mi. No lo tengo nada claro ya que estuve interna en un colegio de monjas desde muy niña hasta que me casé, de hecho salí vestida de novia desde el colegio, ya que entonces además de trabajar en él, también vivía con las monjas, era mi hogar. Me esperaba en la iglesia un “santo” que todavía está por aquí mirándome las piernas.

Se dedico a muchas cosas, agricultor, tractorista, lucero (encendía y apagaba las luces con un palo largo en los barrios de Madrid, contratado por el Ayuntamiento), churrero, trabajó montando postes de la luz, luego poniendo vías de tren, y por ultimo sus 15 últimos años de trabajo los dedico a ser albañil, empezó de peón y terminó siendo encofrador oficial de 1ª.
Como veis una vida muy intensa, muy trabajador, no lo niego, pero como padre normal, pues los hijos nunca sabemos decir nada malo.

Estuve bastante tiempo sin hablarme con él, hasta que un día esas cosas que pasan y gracias a unos amigos, empezamos a retomar la relación, y cuando más falta le hacia, ahí estuvimos mi santo y yo, sin acordarnos nunca de violencias o amenazas.

Creo que sus mejores años fueron los últimos, estando en una residencia de ancianos, a las afueras de nuestra ciudad, que tenían campos de labor y allí se hizo el jefe del garito.  Ayudaba en las huertas, cogía verduras salvajes de los montes que comíamos unas veces maravillosamente y otras con la sensación rara de que éramos los únicos que comíamos aquellas cosas, pero nunca nos sentaron mal aquellos espárragos silvestres, los amargores, los dientes de león, los puerros de ribazos, las hierbas desconocidas.

Y aunque no nos llevábamos muy bien nunca, ahí estuvimos nosotros en los últimos momentos, a su lado, ayudando.

Un padre es un padre por muchas cabronadas  que te haya hecho. Hoy encenderé una vela, como hago siempre para todos los que no están.

Felicidades papá, espero que te hayas hecho amigo de Dios y te vayas de vinos con Él.

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