Ayer vinieron mis hijos los mayores a comer y me trajeron un regalo sorpresa que me gustó mucho por lo que representa.
Cuando yo era pequeña, unas tías de mi madre que eran más bien medio ricas (lo digo por lo caras que son ahora) me regalaban para estas fechas navideñas una anguila de mazapán metida en una caja de cartón redonda, muy guapa también. Si era de postín se rellenaba la calla con peladillas, caramelos y dulces varios.
Yo ya hace años que quería comprar una, pero las que encontraba eran muy grandes y caras, algo así como 100 euros o incluso más y claro, ni está el bolsillo para eso, ni mucho menos me conviene comer tanto dulce, por que ya sabemos todos de que está hecho el mazapán, de almendras y azúcar, calorías a tope.
Pero ayer me trajo mi hija una anguila pequeña y no os podéis hacer la ilusión que me hizo volverla a tener en la mesa. Me la comía con los ojos.
Y a su querido padre, también le trajo una tortica de nieve que está hecha de merengue con azúcar y avellanas con unas obleas por encima y por debajo, que también las comía cuando era pequeño y que ya solo las venden en algunas pastelerías de esas de postín o de morrico fino.
No lo entiendo, antes que teníamos menos dinero nos podíamos permitir según que cosas y ahora que estamos un poco más boyantes no podemos.
Como suelen decir los mayores: antes no podíamos comer por que no había ni qué comer ni dinero, y ahora no puedo por lo caras que son algunas cosas y por la salud.
Mirándolo bien tampoco hemos cambiado tanto en estos tiempos.

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