31 jul 2010

Hay días negros y días que parecen noche sin luna.

Hoy, como muchos días de mi vida, estoy que no estoy, no sé si me explico. Entre el calorazo que hace, mis huesos —que no se donde ponerlos—, los ojos de mi santo —que no me pueden ni mirar por la conjuntivitis— fin de mes, todos los amigos y enemigos de vacaciones; vamos, que estoy por subirme a la terraza que tengo y… —tranquilos—, echar cohetes, no penséis mal, anda que no tengo yo que darles faena a mis hijos y espero que no me lean hoy, pero estoy pensando en alargar un poco mi dolencia para que me cuiden y me mimen más días, porque mas no me pueden ya cuidar.
Se portan como se tienen que portar, pero no siempre es así en todas las familias, en la mía por suerte si, en eso si que se han fijado en como hemos tratado nosotros a nuestros mayores, ósea bien, y seguimos haciéndolo con la única tía soltera que nos queda.
Bueno, volverán las oscuras golondrinas sus nidos a colgar…, quiero decir que volverá el invierno que es lo que a mi me gusta, que los huesos se colocarán en su sitio, que los ojos de mi santo se curaran (espero), y todo volverá a la normalidad, ¡ah¡ menos mi coche verde botella, que ese esta ya en la chatarra.
Como veis tengo un día cojonudo y perdón por la palabrota.

1 comentario:

  1. Los días negros se pasan, más pronto o más tarde vendrán los días buenos en los que merece la pena levantarse de la cama.

    Y los hijos... son como tú los han educado, muy bien por cierto, podemos presumir de buenos padres.

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