Castigamos al turismo con precios caros y luego nos quejaremos

Ayer nos fuimos al Pirineo a llevar a mi cuñado a Ligüerre de Cinca, pueblo reconstruido por la UGT como “Ciudad de Vacaciones” cuando el Pantano de El Grado inundó sus tierras de labor, lugar de vacaciones que para sus socios ofrece con un 20 % menos de precio que para los demás mortales, pero que para los no afiliados supone 700 euros a la semana en verano.

Y la verdad es que de barato casi nada de nada. Sí, las casicas —bungalows— de madera están bien pero hace un calor de la muerte, tú te vas, convencido de que en el Pirineo hace fresco y yo ayer pasé mas calor que en mi casa; cierto, yo tengo aire acondicionado, pero es que allí no hay ni un triste ventilador, por la noche a lo mejor se esta bien, pero por el día de verano duro no se lo recomiendo a nadie.

Luego están los restaurantes de la zona, carísimos para ser una zona en teoría barata, tanto allí como en los pueblos que hay alrededor. Luego se quejaran de que hay poco turismo; turismo si que hay, pero con su nevera y su comida para pasar el día, porque lo que no puede ser que te cobren entre 15 y 27 euros por menú del día. Con una ensalada de tomate y un poco de atún, dos trozos de pollo con verduras, y una cuajada, a mi me parece abusivo pagar 15 euros, y encima calor y servilleta de papel fino; ya no me pillan más, bueno si, el próximo sábado que tenemos que irlos a buscar, pero ya le he dicho a mi santo marido, los recogemos y a comer a casa o a un restaurante de Zaragoza, que son más baratos. Que esa es otra, encima me quedo sin mi siesta, y por ahí si que no paso; para mi la siesta es sagrada, como el cafecito que me tomo a mitad de mañana.