Pues ya sé de que me voy a disfrazar este año para Carnavales, y enseguida lo vais a adivinar. Esta semana hemos tenido con mi santo consulta de oftalmología por lo de su doble visión, dos consultar cardiología en diferentes médicos, a mi yerno no le han dado digamos que buenas noticias sobre sus problemas, mi hija mayor tiene una fistula que ya se cansa de poner el trasero en agua hirviendo y ni se le disuelve la fístula, ni la grasa del culo.
Mi cuñado —hijo mayor/cuñado por ser hermano de mi santo, e hijo muy adulto, por que desde que se separo lo acogimos como tal— bueno pues eso, que también lo tenemos de médicos y de pruebas por que está perdiendo peso y no sabe por qué.
—Con la falta que me hace a mi perder peso y grasa, mecachisla.
Y la tía abuela de mi santo, que no tiene más familia que nosotros, hay que ingresarla porque pierde sangre y hay que mirar por qué, aunque os lo digo yo aunque no sea médico: por que tiene 90 años y algo —a su edad— aparte de la cabeza tiene que perder.
Falta mi hijo que cada vez que le preguntas como te va contesta te responde todo serio y con cara de ministro dimitido: —muy cansado y con dolor de piernas.
Falto yo con mis dolores de rodillas que después de todo esto, es una patata frita. Ni me quejo ahora, para no molestar a tanto enferme que me rodea, no se vayan a despertar. Yo callada, quieta con mis rodillas. Unas benditas son ambas.
Ya habéis adivinado pues de qué me disfrazo para Carnavales, pues eso, de médico enfermara. No tengo claro si enseñando las canillas y la rabadilla o con falda de antiguo para disimular mis grosores. Ya veremos.
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