Pues hoy, después de estar viviendo doce años en esta santa casa en la que hay una mala escalera para subir a una hermosa terraza de 100 m —escalera que mi hija ya la había probado unas cuantas veces— hoy pues, la he probado yo en piruetas y dolores; que sí, que me he caído por ellas, poco solo tres peldaños, por que me he parado en la revuelta que tiene y además como iba con los dos rellenos de los nórdicos pues me han amortiguado un poco la caída y me han frenado, pero eso si, me he quedado boca abajo con una pierna enganchada para arriba en no sé donde y no podía bajarla al estar girad. El perro ha ido raudo avisar a mi santo, pero él —qué listos son los hombres cuando los necesitas, puñeteros— ha pensado que el ruido que había oído era que el perro bajaba y que le pedía un premio, menudo premio, se ha asomado y me dice sujetándose todos sus riñones testiculares —¿pero tú qué haces ahí— ¡joder! pues ya ves, aquí, haciendo Pilates boca abajo, como esta semana no he ido me he dicho voy a jugar con mis piernas enganchándolas mientras beso las escaleras.
No me ha pasado nada solo el susto y un par de rasguños y un jirón en el vestido de ir por casa, bueno y la zapatillas que se han ido a cascarla, ósea por los aires.
Zapatillas que por cierto son nuevas, me las regalaron para el Día de la Madre. Qué malo es llegar a mayor. Cada vez me siento mas inútil, pero también es verdad que si delegara más en los que tengo en mi alrededor no me pasarían estas cosas, pero tampoco quiero hacerme de esas abuelitas que no puede hacer nada, todavía soy jovencísima y alguna vez más me tendré que caer para poder levantarme.
Ya sé que os vais a reír, yo también me he reído escribiendo, pero no cuando me he caído, que entonces he llorado pensando lo malo que es volverse vieja, pero poco para lo que soy yo de llorona. Me cagüenlaescalera y en la cara de pasmado que ha puesto mi santo cuando me ha vista con la cabeza más cerca del suelo que las piernas que flotaban.
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