9 may 2012

Estoy disfrazada de rica, para disimular mi pesimismo

Estoy en el Hotel Port Eugeni de Cambrils. Descansando con el mar, envuelta en calor y vermut con olivas rellenas, con una comida que para el precio que pago es de premio al cocinero; menos de 30 euros con pensión completa por persona y un apartamento de unos 40 metros. Es un comedor como de cuartel o de colegio mayor, que el primer día te acoj..., te asustas, vamos, pero luego ves que cuidan la comida, que está en su punto de todo menos de sal, que cuidan platos de la zona bien hechos, en su punto y que son capaces de hacer un arroz con leche perfecto, una fideua con mejillones muy logrado o unas caballas escabechadas nada fuertes y muy jugosas. 

Y qué bien estoy sin fregar, queridas y queridos lectores. Y sin perro ni hijos, je, je. Mi marido tampoco es que esté muy pesado pues tiene Wifi y está entretenido aunque vaya en calzoncillos, je, je. No tengo falta ni dolor por no temer ya el apartamento, os lo juro, nada como olvidarme, tener un libro nuevo entre las piernas y si acaso una copa de cava que para eso tenemos frigorífico en la habitación del Apartamento Aragó. Mi santo me dice no se qué de un banco que las está pasando canutas, de no se quien que ha dimitido, de un tal Mariano que ya se le ha puesto cara de susto, pero yo miro a la gente de la calle y parece no enterarse de nada. Creo que nos tienen que dar más fuerte en el cogote y espabilar. Yo mientras tanto seguiré unos pocos días disfrazada de optimista, para disimularme e intentar convencerme de que no pasa nada. Así la caída a la normalidad será más dura y os la podré contar.

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