Ayer se me olvido el regalo de Papa Noel más importante. Claro, como hacia ya 15 días que lo tenia en casa, pues ya no me acordaba de él; y era el televisor de 32 pulgadas que mi santo me ha puesto en el dormitorio para dormirnos al ritmo de las peleas callejeras de Telecinco.
¿Como se me pudo olvidar semejante regalo?. Si es que ya no estoy en lo que se celebra.
Pues sí, una tele y ahí que estoy por las noches, viendo un poco de cada cosa, por que la verdad, esta la tele que no hay quien la aguante, y con el mando al lado puedes ver tres o mas cosas a la vez. Maldita TDT que no sirve para lo que parecía.
Lo malo que son muy cucos los de las teles y suelen poner los anuncios en todos los sitios a la vez. Y yo me pregunto ¿la gente hará mucho caso a los anuncios?, yo no, por supuesto, pero me imagino que para algo servirán. Bueno, para ir al baño a mitad de película, tomar un vaso de leche, agua o zumo; eso es lo que suelo hacer yo y mi familia.
También es para que cobren el sueldo todos los trabajadores de las televisiones, por que si lo pensamos bien, si no hubiera anuncios tendríamos que pagar nosotros y creo —yo por lo menos— que de momento no estamos por la labor. Aunque mucho me temo que dentro de unos años será así. Con un poco de mala suerte les tocara pagar a mis hijos, a mi no creo que me pille. Ya estaré en la residencia y bastante haré para poder pagarla. Bueno mis hijos también. Anda, que no van a tener que ganar dinero, mis queridos hijos si me quieren meter a una residencia, je, je. Contra más caras sean, mejor me lo ponen para que no me metan, en esas cárceles pintadas de verde esperanza. Yo abogo por que las suban más todavía. Bueno, que se esperen unos añicos hasta que no esté dentro la tía de mi santo, que ya nos cuesta una pasta que empieza por dos.

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