Hoy como todos los lunes nos hemos ido a andar nuestras tres horas por caminos naturales que bordean la gran ciudad y hemos llegado a casa reventados. Ducha, comida casi excesiva y siesta.
Y ahí voy yo; cuando estaba relajada (que para eso hago mi Pilates los martes y jueves y nos enseñan a relajarnos), pues llaman al portero automático, el perro empieza a ladrar, a subirse y bajarse de la cama, como diciéndome que llaman, yo como que nada, casi dormida ya y llaman al timbre en la puerta de casa.
Para que os quiero contar, cómo se ha puesto el perro de ladrar, correr, empujándome en la cama, y como oía que estaban en el rellano que sólo hay cinco puertas, y claro han llamado a todas, vaya serenata del vendedor de libros y del perro.
¿Pero la gente no sabe que a esas horas (y ellos —sus jefes— los primeros que tenían que intentarlo) es la hora de descansar un poco?.
Es un consejo para las empresas que los envía de puerta en puerta, que coman con calma, que descansen si pueden y luego por la tarde que vuelven a ir de buzón en buzón o vendiendo el Circulo de Lectores, que así no cogeremos manía a la marca, a la empresa.
Yo entiendo a todos los del buzoneo porque tienen que repartir la propaganda y está bien, que así trabajan los de las imprentas haciéndolo y luego repartiéndolas, que a veces viene hasta bien para informarte de algunas ofertas, pero cada cosa en su hora y la siesta es sagrada por lo menos para mi, aunque sea media hora.
Y los libros en las librerías, que así ves lo gordo que el libro y si te interesa o no. Aunque todo hay que decirlo, el Círculo de Lectores hace ediciones muy buenas de algunas obras agotadas o nuevas.
Pero aun así.
¡¡Viva la siesta!!

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