A veces me pregunto si los hijos saben que sus padres también son personas con sentimientos, con necesidades de estar alegres, de disfrutar de los días, de reírse, de entretenerse con las cosas que les gusta, de resolver sus problemas pero sólo sus problemas, de tener alguna tranquilidad de vez en cuando.
Mi generación tuvo que cuidar de sus padres, poco o mucho nos tocó o nos toca atender todavía a los mayores. Sobre todo nosotras las mujeres. Y hemos atendido a nuestros hijos como nunca antes lo han hecho otras generaciones anteriores, intercalando el trabajo con la atención de los abuelos y de los hijos, y aprendiendo a educarles porque en aquellos años a nadie nos enseñaban tanto como ahora.
Pero es muy complicado encontrar a algunos abuelos o a algunos hijos que nos agradezcan nuestros trabajo y dedicación. Se nos pide más y más y más. Pero muy pocas veces se nos comprende o simplemente nos entienden. Nosotras también nos cansamos, somos humanas y nos cansamos. Pero no valoran nuestro tiempo ni sobre todo nuestras soluciones a todos los problemas que siempre nos van trasladando.
Yo sueño con una isla desierta. No sé si algún día la encontraré. Pero mientras tanto, sueño con días de soledad, simplemente para no tener que resolver problemas de los otros. Y lo malo es que el día que a mi me toque que sean otros los que me resuelvan mis problemas, cuando ya sea mayor, seguro que encima no tendré a nadie que me escuche ni que me resuelva mis problemas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario